La nueva vecina de la Plaza Ñuñoa.
Donde estuvo por años el restaurante Madras, hoy existe Doña Inés, un nuevo espacio gastronómico dedicado a la cocina chilena renovada.
Es curioso, pero ya existen varios restaurantes que apuestan por lo mismo. Una cocina chilena renovada, más moderna, pero siempre conservando el sabor casero y las recetas heredadas de la abuela.
Doña Inés no es la excepción, al menos a eso aspiran sus dueños, los empresarios gastronómicos Hugo Córdova y Cristián Zegers, quienes volviendo a los recuerdos de su infancia han transformado recetas antiguas en algo más contemporáneo. Tal es el caso de como preparan la Lengua; las carnes rojas y los postres de antaño.
Comenzamos nuestra experiencia con una Torobayo bien helada y picoteando unos trozos de pan con pebre mientras esperábamos nuestros primeros platos para compartir.
A nuestra mesa llegaron unos sabrosos Bocados de Lengua, suaves y finas laminas de lengua bien preparadas sobre tostaditas de pan, algunas con salsa de mostaza y miel que lograban una perfecta mezcla de sabores en boca y otras con una pasta de aceitunas moradas.
Además, compartimos un cremoso Quinotto de Camarones, suave risotto de quínoa con colitas de camarones, tomates brunoisse 8cubitos), cebollín, queso parmesano y queso cabra. El tercer plato fue un original Surtido de empanadas, algunas rellenas con Charqui de equino hidratado a la mantequilla; otras con tomate salteado con ají verde en brunoisse y mezclas de queso parmesano y cabra con salsa bechamel y porotos verdes al dente. Todo un descubrimiento.
Como plato de fondo, la decisión fue unánime y todos nos fuimos por el lado de las carnes. Un trozo de sabroso Asado de Tira con Puré de Arvejas y toques de tocino, muy bien preparado nos delito a todos por la textura de la carne y su sabor. Además, un Solomillo de cerdo con papas a medio pelar salteadas con toques de jengibre y un trozo de Filete con una fantástica y única trilogía de zetas, para repetirlo.
Para finalizar nuestra visita los postres. Una exquisita y refrescante Espuma de Mote con huesillos, un clásico pero abundante Chese Cake y unas entretenidas, y siempre bien recibidas, Sopaipillas pasadas pero con un original helado de chancaca.
Un punto importante a destacar, es que todos los platos vienen con su guarnición, lo que hace que la elección sea más rápida y menos engorrosa.
El lugar es amplio, fresco y tiene algunos toques minimalistas. Cuenta con un segundo piso más privado, como para hacer eventos o celebraciones y con una pequeña pero agradable terraza, además de la terraza del primer piso que da a la calle.
El servicio es de tiempo promedio y la atención es más bien informal y juvenil. Todos los jóvenes meseros visten de negro con un mandil propio del lugar y saben de los platos y con que maridarlos.
El restaurante tiene además una cava temperada de vinos con más de 100 etiquetas que incluyen la gran mayoría de los valles de nuestro país, con la temperatura adecuada para degustarlos.
En resumen, se trata de un nuevo concepto de cocina chilena que se está instalando en nuestra capital, pero que en el caso de Doña Inés se complementa con catas y maridajes uniendo la cocina no sólo con el vino sino también abarcando destilados y habanos.
DOÑA INES
Manuel de Salas 162, Plaza Ñuñoa.
880 4065
Es curioso, pero ya existen varios restaurantes que apuestan por lo mismo. Una cocina chilena renovada, más moderna, pero siempre conservando el sabor casero y las recetas heredadas de la abuela.
Doña Inés no es la excepción, al menos a eso aspiran sus dueños, los empresarios gastronómicos Hugo Córdova y Cristián Zegers, quienes volviendo a los recuerdos de su infancia han transformado recetas antiguas en algo más contemporáneo. Tal es el caso de como preparan la Lengua; las carnes rojas y los postres de antaño.
Comenzamos nuestra experiencia con una Torobayo bien helada y picoteando unos trozos de pan con pebre mientras esperábamos nuestros primeros platos para compartir.
A nuestra mesa llegaron unos sabrosos Bocados de Lengua, suaves y finas laminas de lengua bien preparadas sobre tostaditas de pan, algunas con salsa de mostaza y miel que lograban una perfecta mezcla de sabores en boca y otras con una pasta de aceitunas moradas.
Además, compartimos un cremoso Quinotto de Camarones, suave risotto de quínoa con colitas de camarones, tomates brunoisse 8cubitos), cebollín, queso parmesano y queso cabra. El tercer plato fue un original Surtido de empanadas, algunas rellenas con Charqui de equino hidratado a la mantequilla; otras con tomate salteado con ají verde en brunoisse y mezclas de queso parmesano y cabra con salsa bechamel y porotos verdes al dente. Todo un descubrimiento.
Como plato de fondo, la decisión fue unánime y todos nos fuimos por el lado de las carnes. Un trozo de sabroso Asado de Tira con Puré de Arvejas y toques de tocino, muy bien preparado nos delito a todos por la textura de la carne y su sabor. Además, un Solomillo de cerdo con papas a medio pelar salteadas con toques de jengibre y un trozo de Filete con una fantástica y única trilogía de zetas, para repetirlo.
Para finalizar nuestra visita los postres. Una exquisita y refrescante Espuma de Mote con huesillos, un clásico pero abundante Chese Cake y unas entretenidas, y siempre bien recibidas, Sopaipillas pasadas pero con un original helado de chancaca.
Un punto importante a destacar, es que todos los platos vienen con su guarnición, lo que hace que la elección sea más rápida y menos engorrosa.
El lugar es amplio, fresco y tiene algunos toques minimalistas. Cuenta con un segundo piso más privado, como para hacer eventos o celebraciones y con una pequeña pero agradable terraza, además de la terraza del primer piso que da a la calle.
El servicio es de tiempo promedio y la atención es más bien informal y juvenil. Todos los jóvenes meseros visten de negro con un mandil propio del lugar y saben de los platos y con que maridarlos.
El restaurante tiene además una cava temperada de vinos con más de 100 etiquetas que incluyen la gran mayoría de los valles de nuestro país, con la temperatura adecuada para degustarlos.
En resumen, se trata de un nuevo concepto de cocina chilena que se está instalando en nuestra capital, pero que en el caso de Doña Inés se complementa con catas y maridajes uniendo la cocina no sólo con el vino sino también abarcando destilados y habanos.
DOÑA INES
Manuel de Salas 162, Plaza Ñuñoa.
880 4065
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