22 marzo 2010

Terremoto

Luego de casi un mes de ausencia, debido al terremoto, la “muerte” parcial de mi pc y el movido extravió de mis apuntes gastronómicos quiero comenzar esta nueva edición de Sabores & Más contándoles la realidad que se vivió en Santa Cruz (Valle de Colchagua), turística ciudad en la que vivo hace un año.

Recién casada, me fui a vivir al Valle de Colchagua, específicamente a Santa Cruz, un precioso lugar construido entre vides, campos, cerros y un cielo azul incomparable. Desde ese escenario aprendí a admirar el color del cielo, aprendí a descubrir el verde de las parras, el aire limpio, la vida al aire libre, también el frío del invierno, pero todas situaciones y paisajes que me enseñaron a disfrutar de las cosas simples de la vida.

Pero no todo era sencillo, también conocí la realidad que viven todos los empresarios turísticos, hoteleros y gastronómicos por mantenerse en pie los meses malos, y vaya que son malos o al menos el año pasado fue así. Crisis económica mundial, fiebre porcina o frío se especula fueron las causas de una tremenda baja en el turismo los meses de mayo a agosto. Sin embargo, pese a ese mal tiempo, todos repuntaron después del 18 de septiembre y tenían todas las ilusiones puestas en que este marzo, para las Fiestas de la Vendimia (entiéndase la de Santa Cruz y San Fernando) todo sería perfecto, al menos eso mostraban las masivas reservas en todos los hoteles y restaurantes del Valle.

El verano estuvo bueno, se veían muchos gringos, europeos y chilenos paseando por las viñas, por las calles de Santa Cruz y cenando en los varios restaurantes del pueblo, hasta el viernes 26 de febrero. A una semana de celebrase la conocida y popular Fiesta de la Vendimia en Santa Cruz todo se vio en el suelo. Luego de esos casi 3 minutos de horror, toda la gente salio a las calles corriendo, algunos en busca de familiares o amigos y otros por miedo de quedarse en casa. Todos a oscuras sin saber donde había sido el epicentro de este terrible movimiento que a muchos nos pillo durmiendo, todos con ganas de llorar, todos con ganas de gritar.

Nosotros por instinto salimos de la casa y nos subimos al auto para irnos a un lugar mas seguro por temor a las replicas, en eso nos percatamos que el auto estaba con la luz de bencina encendida, por lo que nos apuramos por llegar a la estación de servicio mas próxima. Sólo 10 cuadras de recorrido a oscuras fueron casi suficientes para comenzar a percibir el daño que había dejado este movimiento telúrico. En esas cuadras pudimos ver a todas las personas fueras de sus casas, algunos haciendo fogatas, otros tratando de remover tejas y escombros, otros mas jóvenes corriendo de las discoteques y bares a sus casas, todos con cara de miedo e incertidumbre.

Sin poder llenar nuestro estanque nos quedamos esa noche un sitio eriazo esperando que amaneciera, gracias a Dios había luna, que bastante nos ayudo e ilumino esa eterna noche que no acababa nunca. Al amanecer, volvimos a buscar bencina, pero nuestro intento no fue fructífero, no había luz y los pocos lugares que tenían generador se quedaron sin petróleo. En fin, ya de día pudimos percatar mejor el daño que había en la zona, decenas de casas en el suelo, las típicas tiendas de artesanía que rodean la plaza destruidas al igual que otros locales comerciales, la Iglesia de Santa Cruz sin su cielo, restaurantes completamente en el suelo, otros con grandes perdidas en loza, botellas y otros utensilios; enormes grietas en las calles, ni hablar de la carretera; gigantes copas de agua trisadas, silos de concreto ladeados (tipo torre de Pisa)

Recién el domingo, después de dos días, pudimos conseguir $5.000 de bencina (no vendían mas por temor a quedar sin abastecimiento) y salir de Santa Cruz con destino a Lolol. En La Lajuela no había mayo daño ya que creemos que como se trata de construcción sobre roca todo quedo más firme, un alivio para los artesanos de ese lugar. Al seguir adelante y pasar por la viña Santa Cruz tampoco se veía daño, pero pocos metros más allá, al llegar a la Hacienda Lolol el daño era notorio, intenso y fuerte. Varias casas en el suelo, otras muy dañadas pero lo que más duele es ver el único restaurante que había en ese lugar completamente destruido. Continuamos adelante y al llegar a la plaza de Lolol –declarada Patrimonio Nacional por ser Zona Típica- todas esas casas con sus característicos corredores a la vista dañados o en el suelo. Millones de tejas centenarias y decenas de casas de abobe destruidas; ni hablar de las viñas y las millonarias perdidas en vino.

Creo que escribiendo no es posible transmitir el daño que vi y se ve en el Valle de Colchagua, no quiero ni imaginarme como estarán las otras ciudad y pueblos mas cercanas al epicentro. No quiero ni pensar como viven hoy miles de chilenos que lo perdieron todo y que sienten hoy aquellos que perdieron a sus seres queridos.

Con este relato solo pretendo contar mi experiencia, solo pretendo ser un aporte narrado para quienes conocen el Valle de Colchagua y lo tienen como destino favorito. Solo pretendo y busco dar ánimo a todos nuestros amigos empresarios gastronómicos y hoteleros que hoy están dañados. Solo queremos que se levanten y sigan entregándonos esos sabores únicos que caracterizan a cada restaurantes, que sigan deleitándonos con sus sabrosas preparaciones. Quiero que nuestro país se levante, que apoyemos a quienes más nos necesitan y seamos generosos con quienes trabajan nuestra tierra, con quienes trabajan nuestros productos y que día a día nos deleitan con lo mejor de lo nuestro.

¡¡¡ARRIBA CHILE!!!

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